Soy de costa y como en toda la costa de Galicia en mi pueblo se vive prácticamente del mar. Casi toda mi familia es o fue marinero o está relacionado con el mar, aunque conmigo iban a pique porque pescado no iban a venderme ni uno. No lo trago, nunca me gustó y aunque de pequeña me obligaban a comerlo incluso después de castigarme, siempre lo aborrecí. Así como hay cosas que de peque no quería comer y ahora lo hago encantada, con el pescado al revés, más asco le cogí. Os aseguro que hace muchos años que no lo pruebo.
Desde hace tres años vivo rodeada de campo y montes. Aunque el mundo marino no queda muy lejos y hoy en día la mayoría de la gente tiene coche para desplazarse, antes no era así y es muy habitual que vengan pescaderos por la zona a vender su mercancía.
Igual que en mi pueblo viven del mar, aquí se vive de la agricultura y ganadería, o se vivía, mejor dicho, porque hoy en día si tienes que vivir sólo de eso la llevas clara.
En todas las casas de la zona sino hay vacas hay cerdos, sino gallinas y campo y campo para trabajar. En la mía solo hay peces, y de los que no se comen, aunque alguno me quiere traer una cabra para librarse de cortar la hierba, pero mejor que se la lleve a su madre, jeje.
A él le encanta este mundo, lo que vivió siempre y no sólo lo hace por obligación, sino porque le gusta. Su madre no puede hacer todo y si tienes terrenos y monte hay que atenderlos, por lo que tiene que ayudarla. Hasta hace unos años su madre tenía vacas y vendía leche, y prácticamente era de lo que vivían mientras él no tuvo edad de trabajar. Ahora solo quedan las gallinas y el burro, sin contar a los gatos, al perro y la yegua de mi chico, que le encanta montar a caballo y también hace su trabajo, así evita cortar la hierba.
Ya veis que por estas tierras estamos rodeados de animales, con lo poco, por no decir nada, que a mi me gustan. Está claro que los polos opuestos se atraen, jeje.
Vivir en el campo tiene muchas ventajas. Durante todo el año estamos surtidos de huevos, cebollas, patatas, lechugas... y así son menos las cosas que se necesitan comprar. El único beneficio que se saca es consumo propio, pero para él merece la pena. Es su hobby, como el mío puede ser la cocina o la lectura, no lo ve como trabajo.
Vamos al pollo que hoy me estoy liando mucho. Sus padrinos, que son sus tíos, crían pollos y siempre nos dan cuando matan. Yo que no estaba muy acostumbrada al pollo casero (tengo una amiga que su madre cría pollos y para ella se lo tiene que comprar sin ser de casa, que no lo quiere) me costó cogerle el gusto, pero desde que lo hice de esta manera siempre lo repito porque queda muy jugoso.
INGREDIENTES:
- un cuarto de pollo casero (tocó por la parte del muslo)
- tres cucharadas de aceite
- dos cucharadas de vino blanco
- un diente de ajo
- una cucharada de orégano
- una cucharadita de tomillo
- una cucharadita de pimentón dulce
- sal
- pimienta
- patatas
PREPARACIÓN:
La noche anterior preparar un majado con el aceite, el vino, ajo, orégano, tomillo y pimentón. Salpimentar el pollo y untarlo con el majado, también por debajo de la piel. Dejarlo en la nevera hasta la mañana siguiente.
Precalentar el horno a 200º. Untar un poco más el pollo con el majado y hornear una hora, hora y cuarto (el pollo casero tarda más en hacerse).
A mitad del tiempo añadir las patatas peladas y saladas (cortarlas en trozos si son muy grandes), untar con el resto del majado y bajar la temperatura a 180º.
A disfrutar del pollito casero!!